Me evitaría el resto de su vida. Dejaría en mis manos el llanto de su alma como si derramara entre mis labios sus tristes palabras. Mediante su aparición jugaron en mi cabeza pensamientos desastrosos, a causa de sus tenues sensibilidades. Perdida la esperanza, no había nada para hacer. Rescatarme a mí misma del poder de las sombras, de la tumba profunda en la cual mi ser entero se extinguía. El tiempo fue triste. La sensación de la tranquilidad apoderándose de su espíritu me sorprendía. Existía una facilidad suprema para acabar sentimientos profundamente arraigados. El escenario, los artistas, el libreto, todo me consumía. La llama de mi vida de mis manos brotaba queriendo entonar suaves melodías en un campo de tierra bendita y yo no encontraba la manera de detener esa apócrifa hemorragia.
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