En extremo existe el pensamiento de una muerte sin tiempo, sin espacio. Aparece de la nada un estado irreal y necesario, que quiere abarcar con sus brazos la parte inocua de mi tiempo, de mi historia. La belleza de mi tormento me ahoga como si no existiera. No soy yo quién escribe. Ya no. Quiero ahogar la pesadumbre que me invade y mis letras no se detienen. Sangran entre mis dedos y se hacen figura. Duelen tanto o más que tú. No te culpo. Quizá es porque extraño algo que no ha sido ni será mío. Te extraño a ti.
Parece que palmas ajenas desfilaran presurosas ante tanto derroche de sensaciones. Hoy quisiera acabar con el tiempo y con el espacio, aunque eso se traduzca en acabar conmigo misma. No puedo detenerme. No sé si quiero hacerlo. Sólo quiero respirar con tranquilidad y dejar que el veneno en mis venas al fin actúe. Y en el voto de mi silencio, busco curarme a mí misma. No tienes idea de hoy, cuánto te necesito. No tienes idea de la herida que has causado, la misma que no aceptaré mantener en mi piel. Son suficientes las que han anidado ya y que he tenido que cubrir con máscaras y polvo.
Lo ignorarás todo, me encargaré de eso. Para siempre. Golpea de nuevo la tristeza en el portal de tu lejana estadía mientras te mantiene vivo con imperceptibles gotas de agua, y sigues tratando de mantener un balance ridículo en medio de absurdas negaciones. Me dijiste tantas cosas que no creí ni creo ahora. Lamento que mi sinceridad te haya vuelto loco en el portal de una esperanza vacía. Lo lamento tanto.
Me negaba a herirte y no pude evitarlo. Hacerte daño no me devolvió nada. No manifestó nada de mí. Me arrancó algo muy adentro, como si extirpara un trozo de mí misma con las filosas armas que usé alguna vez. Ya están oxidadas. Rechinan cuando se envuelven entre los tejidos que protegen las sensaciones. Crujen cuando aprietan la delgada línea del sentimiento esquivo. Me destrozan cuando te arrancan de mí.
Ahora pretendes olvidar lo inevitable, evitar aquello que es inolvidable. A través de tu propia oscuridad, te has enredado con la mía. Jugaron traviesas a no soltarse y adentrándose más en nuestras profundidades, se extraviaron. Ambas perdieron su horizonte. Ambas nos hicieron perdernos en el otro. Ambas nos hicieron perder al otro. Ahora somos pedazos de una huella de nosotros confundidos en un paisaje sombreado. Y ese lugar, con sus equivocados y ambiguos destellos, me indica que no serás para mí. Al menos no ahora. Y lo acepto, duele demasiado no tenerte.
Parece que palmas ajenas desfilaran presurosas ante tanto derroche de sensaciones. Hoy quisiera acabar con el tiempo y con el espacio, aunque eso se traduzca en acabar conmigo misma. No puedo detenerme. No sé si quiero hacerlo. Sólo quiero respirar con tranquilidad y dejar que el veneno en mis venas al fin actúe. Y en el voto de mi silencio, busco curarme a mí misma. No tienes idea de hoy, cuánto te necesito. No tienes idea de la herida que has causado, la misma que no aceptaré mantener en mi piel. Son suficientes las que han anidado ya y que he tenido que cubrir con máscaras y polvo.
Lo ignorarás todo, me encargaré de eso. Para siempre. Golpea de nuevo la tristeza en el portal de tu lejana estadía mientras te mantiene vivo con imperceptibles gotas de agua, y sigues tratando de mantener un balance ridículo en medio de absurdas negaciones. Me dijiste tantas cosas que no creí ni creo ahora. Lamento que mi sinceridad te haya vuelto loco en el portal de una esperanza vacía. Lo lamento tanto.
Me negaba a herirte y no pude evitarlo. Hacerte daño no me devolvió nada. No manifestó nada de mí. Me arrancó algo muy adentro, como si extirpara un trozo de mí misma con las filosas armas que usé alguna vez. Ya están oxidadas. Rechinan cuando se envuelven entre los tejidos que protegen las sensaciones. Crujen cuando aprietan la delgada línea del sentimiento esquivo. Me destrozan cuando te arrancan de mí.
Ahora pretendes olvidar lo inevitable, evitar aquello que es inolvidable. A través de tu propia oscuridad, te has enredado con la mía. Jugaron traviesas a no soltarse y adentrándose más en nuestras profundidades, se extraviaron. Ambas perdieron su horizonte. Ambas nos hicieron perdernos en el otro. Ambas nos hicieron perder al otro. Ahora somos pedazos de una huella de nosotros confundidos en un paisaje sombreado. Y ese lugar, con sus equivocados y ambiguos destellos, me indica que no serás para mí. Al menos no ahora. Y lo acepto, duele demasiado no tenerte.
(Acompañamiento:
Matchbox 20 - You won't be mine)
Matchbox 20 - You won't be mine)
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