Me he quedado afuera de mi casa. En la oscuridad de una noche callada, en medio del helado viento que golpea los árboles, en medio de sonidos de alerta y de mi silencio. No todo está perdido, tengo un pedazo de papel y un lápiz, así que puedo escribir. Con eso lo tengo todo. Puedo crear con palabras escenarios inmensos y regalarle a mis minutos sabias compañías. Cinco personas pasan delante de mí. Observan mi estado y creen comprenderlo, igual que creen que una mujer sola, de pie, frente a la puerta de una casa es una realidad extraña. Y yo lo soy. No soy actriz de obras comunes, ni tampoco de vidas fatídicas. No me molesta estar afuera, de algún modo, todo parecía estar preparado así y de algún modo estos diminutos instantes me hacen sentir en cercanías a mí misma. Dentro de la piel no hace frío y el ruido de cada motor disminuyendo la velocidad se proyecta en mi cerebro haciéndome volver la mirada. No llegan.
He tropezado con ojos que no me interesan. Me molesta excesivamente encontrarme con la descarada confianza de personajes que no conozco. No me incomodan en sí estos seres tan grotescos, sino su animal percepción del asunto. Quizá es porque soy demasiado valiente para alcanzar a asustarme. Alguien ha salido a contemplar la escena de la estatua de agua sentada en la orilla de su sueño. Ha sido un largo día y estoy cansada. Nadie se asoma para acompañar la soledad, sólo les interesa saber qué escribo. De lejos debo parecerles una escritora posesa, aunque no me siento así. Pasan rápido y desorientados, simulando no verme. No es hora de difundir la locura como si estuviera bien.
La verdad creo que a nadie le preocupa realmente. Algunos incluso pensaran que merezco esto, aunque nadie lo sepa y yo tampoco. No es una apreciación devota. Me da la impresión que me vigilan con ciega ternura. Me suspendo en el tiempo. Intuyo que hoy no podré dormir. Hoy tampoco habrá descanso. Estoy vestida con oscuros colores, así que en cierto modo la noche me vuelve invisible, y estando así todo se ve distinto. A lo lejos descubro notas armoniosas, que me regalan calor con su existencia. Casi puedo danzar sobre ellas. Ha pasado casi una hora entera. Es peligroso estar aquí, justo a esta tonada de la naciente noche, lo sé. No descubro cómo remediarlo.
Un espectro pasa y se detiene frente a mí. Me mira y sonríe con malicia, si a eso se le puede llamar sonrisa. No me gusta contemplar ese vestigio de naturaleza humana dentro de un envase quebrado, así que lo ignoro. Se descubre ofendido e intenta decir algo. Le dirijo una mirada fuerte, mezcla de repulsión, asco y agresividad, se asusta y se queda callado. Soy muy buena para hablar con los ojos. El molesto títere se desdibuja arrastrando su derrota. Y llega a mi memoria ése recuerdo. Justo ése, uno de los más bonitos de todos los que conservo. Se desliza entre mis neuronas la imagen vívida de tu sonrisa y su sonido, la sensación de tus manos jugando con las mías, la sorpresa de tu gesto, la incontenible dulzura de tus palabras. Frena un auto, pero no me distraigo de tu imagen, ella me cuida y me siento segura. Y siento otra vez tu mano acariciando mi cabello sin prisa ni motivo y sonrío de verdadera felicidad.
Las luces se van apagando poco a poco, y yo todavía espero. Sólo que esta vez tengo la certeza de que tú me acompañas.
He tropezado con ojos que no me interesan. Me molesta excesivamente encontrarme con la descarada confianza de personajes que no conozco. No me incomodan en sí estos seres tan grotescos, sino su animal percepción del asunto. Quizá es porque soy demasiado valiente para alcanzar a asustarme. Alguien ha salido a contemplar la escena de la estatua de agua sentada en la orilla de su sueño. Ha sido un largo día y estoy cansada. Nadie se asoma para acompañar la soledad, sólo les interesa saber qué escribo. De lejos debo parecerles una escritora posesa, aunque no me siento así. Pasan rápido y desorientados, simulando no verme. No es hora de difundir la locura como si estuviera bien.
La verdad creo que a nadie le preocupa realmente. Algunos incluso pensaran que merezco esto, aunque nadie lo sepa y yo tampoco. No es una apreciación devota. Me da la impresión que me vigilan con ciega ternura. Me suspendo en el tiempo. Intuyo que hoy no podré dormir. Hoy tampoco habrá descanso. Estoy vestida con oscuros colores, así que en cierto modo la noche me vuelve invisible, y estando así todo se ve distinto. A lo lejos descubro notas armoniosas, que me regalan calor con su existencia. Casi puedo danzar sobre ellas. Ha pasado casi una hora entera. Es peligroso estar aquí, justo a esta tonada de la naciente noche, lo sé. No descubro cómo remediarlo.
Un espectro pasa y se detiene frente a mí. Me mira y sonríe con malicia, si a eso se le puede llamar sonrisa. No me gusta contemplar ese vestigio de naturaleza humana dentro de un envase quebrado, así que lo ignoro. Se descubre ofendido e intenta decir algo. Le dirijo una mirada fuerte, mezcla de repulsión, asco y agresividad, se asusta y se queda callado. Soy muy buena para hablar con los ojos. El molesto títere se desdibuja arrastrando su derrota. Y llega a mi memoria ése recuerdo. Justo ése, uno de los más bonitos de todos los que conservo. Se desliza entre mis neuronas la imagen vívida de tu sonrisa y su sonido, la sensación de tus manos jugando con las mías, la sorpresa de tu gesto, la incontenible dulzura de tus palabras. Frena un auto, pero no me distraigo de tu imagen, ella me cuida y me siento segura. Y siento otra vez tu mano acariciando mi cabello sin prisa ni motivo y sonrío de verdadera felicidad.
Las luces se van apagando poco a poco, y yo todavía espero. Sólo que esta vez tengo la certeza de que tú me acompañas.
(Acompañamiento:
Cinderella - Don't know what you got (till it's gone))
Cinderella - Don't know what you got (till it's gone))
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