Cuando despiertes de tu profundo sueño y levantes tus ojos para verme, ya no estaré a tu lado. Lo mereces. Has atravesado mi ser, y no me queda nada. Primero soñé contigo, fue confuso, pero a la vez transparente. Mil colores que brillaban ataban nuestras manos, quemaban nuestros corazones. Anoche volviste a aparecer. Con tus ojos impregnados de belleza silenciosa te acercaste a mí, me diste tu tesoro más valioso, yo lo perdí. Querías verme morir. Sabías que nos tendríamos que enfrentar a mil situaciones difíciles, y un ser de la fecunda tierra testificaría por nosotros. Ya no puedo soportarlo. Has enterrado esa daga en mi espalda tantas veces que ahora puedo verla brotar por mi pecho como una llama constante, no se apaga, no me atiendes. Déjame. Vete ahora, porque estoy perdiendo mi conciencia, porque voy a caer en un nido de arañas blancas y naranjas, que sonríen a través de tus oscuros pesares. No continúes invadiendo mi cuerpo con tus mentiras y tus deseos.
Suéltame, por favor. Hazlo, porque de otra manera, verás extinta a esta esclava de tus caprichos. La verás a tus pies.
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