En la oscura y bella noche un grito hermoso se escuchó. El lago entero se estremeció al percibirlo. Se rindieron ante el prodigio un montón de ruidos débiles acumulados en mil almas.
Sin embargo, no eran cobardes y buscaban residuos de algunos lamentos que no fueron celebrados. El mundo distinguía libretos de lugares extraños. No llegaban más lejos de una frontera imaginada. Se derrumbaron sin olvidar. Entonces se originó una lucha centenaria que finalizó en la aparición de un ser irreal. Y no estás solo. Te lo digo yo, veneno, que me volví seguidora de tu dulce y a la vez amargo sinsabor.
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