Me aburrí de esperar aquellas cosas que no llegarían. Me detuve a contemplar el descenso de la luna y la encontré vacía. Sentí el frío recorriendo mi espina y me dolió su paso imperativo por mi cuello herido. El enorme dolor se clavó en mi cabeza con la fuerza de tu lejana alegría. No quise ser más víctima y me declaré maldita. Me encerré en la prisión de mis temores, y la dulce ingratitud de tu despedida me consumió la piel hasta dejarla marchita. Quería alimentar tu infinita bondad para convertirla en testigo de la vana intriga, pero me pregunto aún porqué no quisiste decirlo frente a mí. Las manos se apoderaron de tu historia una vez, y yo prometí no repetirlo. Ahora le quitas la pausa a tu estado, y te derrumbas frente a mis ojos. Perderte así no tiene sentido.
(Acompañamiento:
Andrés Calamaro - Crímenes perfectos)
Andrés Calamaro - Crímenes perfectos)