Friday, August 13, 2010

Garzón

La noticia resonó en mi cabeza, y en la de muchas cabezas más. Se sintió como una ráfaga de aire congelado directo a un cuerpo entibiado. Luego, el silencio. La negación. El dolor, un dolor profundo que borraba la aparente tranquilidad de un día cualquiera. Las sonrisas, estáticas, eran desfiguradas por una gravedad ajena a los eventos. El cielo, teñido de un azul intenso, poco a poco se tornaba de un color innombrable, y bajo sus ojos latía conmocionado el corazón de un pueblo. Habían lágrimas, ríos infinitos e invisibles de agua salada cargada de impotencia. Pensaba que si alguien pudiera devolver el tiempo, era el momento de hacerlo. Ahí, en el instante en el cual se quebró la integridad por el dorso del honesto, era necesario pausar todo, y borrarlo, y de paso construirlo todo de nuevo. Sin embargo, no fue así. Estalló el sufrimiento contenido, manchando los surcos de los rostros con un rictus de tragedia. Parecía una mentira, un invento desfigurado, una mala jugada de un payaso vengativo. Y a pesar de todo, era cierto. Luego, la implosión, el miedo, la indignación, el olvido. La brecha que permitió a otra injusta causa seguir creciendo, y crecer aún. Fue una masacre colectiva sin respuesta, sin preguntas. Quisiera saber para qué sirvió. Haces falta, Jaime.

(Acompañamiento:
Mogwai - I'm Jim Morrison I'm Dead)