Él había perdido el aliento. Las memorias cayeron sobre sus hombros con el peso de tres mundos enteros. Se derrumbaron montañas enteras, se hicieron pedazos. Montones de temores se abrieron paso a través del viento iracundo que sacudía sus entrañas. Las lágrimas corrían como ríos de líneas azules, desafiando con intensidad la sequedad del desierto que había consumido la alegría en su corazón. Ni la tristeza misma podía ser tan cruel, a veces creía él antes de sentir que sí podía. Sin miramientos se introdujo a través de su mirada, y descendió hasta su corazón, helando todo a su paso, ahogando cualquier atisbo de esperanza. Sus manos se fracturaron por la frontera de lo eterno, y dejaron entrar la noticia para arrancar sin piedad una despedida. Luego, todo se contagió de desesperación, y su espíritu se puso una cubierta de metal para no dejarse hacer más daño. Como no podía ser de otra manera, calló su adiós. Desde aquí ella lo entiende, lo vivió. Ella anhela que él no permanezca siempre con la rígida capa de metal, que a ella tanto le costó quitarse, tantas veces.
(Acompañamiento:
The Smashing Pumpkins - Soothe)