Tic-tac, dijo el reloj. Tic-tac, repitió. Y de nuevo. Los oídos pálidos seguían acostumbrados a ese sonido permanente. No era un hábito simplemente, se había convertido desde hacía tiempo en una adicción. En el regazo de sus ojos se conjunta esa ley. Todos y cada uno de los axiomas, cada postulado. Todo está allí. En la salida y el escape de su angelical delirio. La curva de sus voces juega a ser informal y ocultar la tierna adicción. En el momento en el cual la batería expire, el mágico sonido ya extinto, borrará el anacrónico estado de las mentes cautivas.
Sabes que no me gustan las mentiras.
Lo sé - respondió el reflejo y entonces desapareció.
En el fondo, lo único que hago, es escribir.
Sabes que no me gustan las mentiras.
Lo sé - respondió el reflejo y entonces desapareció.
En el fondo, lo único que hago, es escribir.
(Acompañamiento:
Andrés Valdivia - Encontrar)
Andrés Valdivia - Encontrar)
No comments:
Post a Comment