La del fondo volvió a hablar hoy. Me dijo cosas tristes. Las susurró tan alto que la crueldad a su lado parecía una niña. Una niña de nuevo. El silencio alrededor de ella se extendió como una brisa silenciosa, melancólica, reposada. Esas notas, las palabras, el conjunto extraño de las soledades conjugadas, todo el juego y toda la magia, cada paso. Su recuerdo. Las exhalaciones de profunda agonía, la compañía de la miseria. La del fondo, vestida de negro. El salvaje espejismo del pasado no parecía nada al lado de las nuevas acusaciones. Escondía las flores que no existieron, el abrazo que se extinguió entre las arbóreas presencias. Siguiendo las construcciones de lamentos, la del fondo erigió una impresionante estatua. De nuevo, se volvió a sentir el golpe, la amargura. Se quebró la línea media de la base. El cristal no soportó la causa, ni el peso. Por veinticuatro años el torrencial de sensaciones permaneció en calma, compartiendo lugares con las constantes tempestades que a todos acuden, creando crímenes invisibles y pagando condenas injustificadas. Hoy, la del fondo volvió a hablar. Pintó la armonía del paisaje con un acorde lúgubre y lacónico, repleto de tanta esperanza que se derramó por el marco del dibujo, contagiando a la de afuera con su sútil encanto. La del fondo hoy habló para abrazarla más fuerte, y en la lucha encontrada de los dos espíritus, se percibió el secreto de su fuerza. Es salvaje, y su tristeza puede dar testimonio de ello.
(Acompañamiento:
Lush - Papasan)
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