Cinco años después de colgar el teléfono, el vacío que dejó tu partida en mi interior se ha llenado un poco. Todo comenzó con ese abrazo entre los que te amamos. Fue tan fuerte, que se filtró en mi corazón un rayito de luz del mismo sol que nos acompañó en Bogotá, disfrutamos en la Patagonia y nos sonrió en Cartagena. Ese rayito, con los años, ha atravesado con insistencia la capa de tristeza. Con los años, ha traído también otras cosas. Olores a flores de una fiesta de cumpleaños, de matrimonios, de celebraciones de graduaciones, de materas gigantes en el Caribe, del bosque veraniego en Bariloche, del río en Yopal, de almuerzos y cenas y mar y nieve. El olor a paz de mi abuela. Esos olores los trajo el viento que soplaba fuerte a través del río Valdivia, el mismo que sacudía el barco en el Lanín y el bote en Islas del Rosario. Arrastró también semillas de las flores que te gustaban, que se enredaron en unos lápices que te trajeron de Tumaco y en algunos viajes a Villavicencio, Salento, Melgar y Ortega. El agua de mi tristeza regó a veces el jardín que se creaba. El montón de recuerdos se encargó de cultivarlo. El timbre de tu voz lo mantuvo vivo. De vez en cuando le puse música, esa canción de Alejandra Guzmán que me dedicaste y que me quiebra cada vez que la escucho. También le puse canciones de los Bee Gees, de Abba, de Pink Floyd, de Aerosmith, de los Guns N' Roses y de Queen. Traté de recuperar en mi memoria esa lista de canciones que tanto te gustaban, y alimenté el espacio inspirada en el color de tu mirada que es el mismo que habita la mía. Un día, dos mariposas llegaron a anidar mi jardín de ti. Sus alas acariciaban mi interior y me hacían sonreír. Cargaban consigo una lluvia de recuerdos hermosos. Esta mañana me puse el collar que me compraste en Cartagena, que elegimos entre risas frente al Castillo San Felipe de Barajas. A veces sueño contigo, te veo, te escucho de nuevo, volvemos a practicar tu inglés, me preguntas por todos nosotros, te ríes conmigo, te cuento de nuestras vidas, y puedo abrazarte una vez más. Por supuesto, a veces lloro pensando en aquello que pudo ser y no fue. Te extraño, mami, profundamente. Ahora me refugio en ese jardín con más frecuencia, ahora que sigo reinventándome y creciendo. Somos tremendamente afortunados. Te tuvimos a ti.
cada día sigo sacando espinas de lo profundo del corazón
en la noche sigo encendiendo sueños
para limpiar con el humo sagrado cada recuerdo
Cuando escriba tu nombre en la arena blanca con fondo azul
cuando miro el cielo en la forma cruel de una nube gris aparezcas tú
una tarde suba una alta loma, mire el pasado,
sabrás que no te he olvidado
Yo te llevo dentro, hasta la raíz
y, por más que crezca, vas a estar aquí
aunque yo me oculte tras la montaña
y encuentre un campo lleno de caña
no habrá manera, mi rayo de luna
que tú te vayas
Pienso que cada instante sobrevivido al caminar
y cada segundo de incertidumbre, cada momento de no saber
son la clave exacta de este tejido que ando cargando bajo la piel
así te protejo, aquí sigues dentro
Yo te llevo dentro, hasta la raíz
y, por más que crezca, vas a estar aquí
aunque yo me oculte tras la montaña
y encuentre un campo lleno de caña
no habrá manera, mi rayo de luna
que tú te vayas
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