Se despierta la princesa y de inmediato llega a sus labios el aroma de una ausencia. Sonríe porque el efecto es abrumador, y le recuerda esa imagen que ella tanto adora. Y quiere repetir ese tímido beso en la mejilla, equivocarse, girar la cabeza y quedarse quieta con sus labios a pocos milímetros de los suyos como una tentación latente, dejar que el instante perdure por eternos segundos y darle al tiempo la oportunidad de escoger el desenlace. Dejar el capricho hacerse sombra y cubrirlos.
Ella cree ser como Cenicienta algunas veces, pero no trabaja en los quehaceres todo el tiempo, ni tampoco su príncipe se quedó con la zapatilla. La busca, aunque no tiene pistas tangibles que le indiquen donde hallarla. Ambos juegan a esperar algo que no tiene tiempo, el primer paso. Estando descalza es difícil, pero lo intentará. Cruzará el camino fijándose en todas las direcciones.
A veces se siente tan pequeña como Pulgarcita, probablemente demasiado pequeña para él. A veces él parece no verla, ella siente que él no la ve. Otras veces lo siente demasiado alejado, y sin rendirse toma nuevamente fuerzas. Él reacciona y viven en un continuo intercambio de palabras. Su delicadeza hace que sea un blanco demasiado extraño de lograr.
Piensa entonces que tal vez es como la Bella Durmiente, pero a veces no se siente bella y además no duerme mucho últimamente. Ha decidido acostarse tarde mientras su oscuridad se duerme. Quizá Rapunzel. Ella también tiene el cabello largo y se siente aislada, aunque no en una torre, sino en un abismo. Sin embargo, no espera que su príncipe la alcance halando su cabello. Piensa que es tal vez la forma más primitiva del maltrato, sin dejar de ser la más coherente de las actitudes humanas. Generar amor y dolor indistintamente.
A veces se despierta como Blancanieves, en un lugar donde todo es demasiado pequeño y se siente desprotegida, sin nadie a su alrededor porque todos están demasiado ocupados para atenderla, y de repente se da cuenta que ya no piensa a menudo en su lejano amor. Piensa que tal vez lo está olvidando, que él la está olvidando a ella. Entonces se asusta y se aleja corriendo de los enanos.
Un día, incluso llega a sentirse también como Caperucita. Ya no siendo una princesa, solamente una niña vestida de rojo porque el color le gusta y le recuerda su boca. De inmediato esa visión escarlata se desvanece y se le viene a la cabeza la historia de la Bella y la Bestia, aunque luego se confunde y no sabe cuál es su personaje. Entonces piensa en su príncipe y nota que no vale la comparación. Él quizá no le haría daño. Ella no lo dañaría a él. Ambos lo saben.
Hace mucho tiempo, ella se encontró algunos perversos seres que quisieron jugar con su vida y ella resistió el ataque. Es fuerte. No siempre, pero usualmente lo es. Así aprendió que en una primera cita, es mejor no exponerse demasiado, no para confundir ni para ocultarse a sí misma, sino para dejar que cualquier efecto ulterior tenga un ritmo de desarrollo normal. Es extraño, y aunque de muchas formas también es confuso, no quiere contrariar a su cómplice. Hace mil travesuras antes de hablar de sí misma, se lleva su cabeza llena de nervios y ella, a pesar de todo, luce tranquila, disfrutando algo que la hace salir de su rutina. Conoce la fascinación que solamente genera la belleza y se deja cautivar.
Quizá sea una nueva princesa. Una con desórdenes alimenticios porque se le olvida comer, y también con inclinaciones artísticas porque escribe y canta. Una de esas que aparecen en el libro apropiado y desconocido para enviar mensajes sólo a personajes selectos. Una que teme a la soledad y está sola, que quiere estar con alguien y no sabe cómo, la misma que espera mirando fijamente a su otra parte. Parece que todo se confabula para que las cosas se desarrollen desesperándolos a los dos. Una que ya no sabe qué espera, excepto aquello que sigue aguardando. Imagina entonces que debe ser como Pocahontas, y dejaría de ser un cuento de hadas.
No insiste. No es un cuento. A ella en realidad no le gustan esas historias porque reconoce que no está en una y que son tan irreales como ella las imagina. Ocurre así que anoche, mientras se soñaba invocándolo a él, su tímida aparición le recordó que una vez fue feliz.
Ella cree ser como Cenicienta algunas veces, pero no trabaja en los quehaceres todo el tiempo, ni tampoco su príncipe se quedó con la zapatilla. La busca, aunque no tiene pistas tangibles que le indiquen donde hallarla. Ambos juegan a esperar algo que no tiene tiempo, el primer paso. Estando descalza es difícil, pero lo intentará. Cruzará el camino fijándose en todas las direcciones.
A veces se siente tan pequeña como Pulgarcita, probablemente demasiado pequeña para él. A veces él parece no verla, ella siente que él no la ve. Otras veces lo siente demasiado alejado, y sin rendirse toma nuevamente fuerzas. Él reacciona y viven en un continuo intercambio de palabras. Su delicadeza hace que sea un blanco demasiado extraño de lograr.
Piensa entonces que tal vez es como la Bella Durmiente, pero a veces no se siente bella y además no duerme mucho últimamente. Ha decidido acostarse tarde mientras su oscuridad se duerme. Quizá Rapunzel. Ella también tiene el cabello largo y se siente aislada, aunque no en una torre, sino en un abismo. Sin embargo, no espera que su príncipe la alcance halando su cabello. Piensa que es tal vez la forma más primitiva del maltrato, sin dejar de ser la más coherente de las actitudes humanas. Generar amor y dolor indistintamente.
A veces se despierta como Blancanieves, en un lugar donde todo es demasiado pequeño y se siente desprotegida, sin nadie a su alrededor porque todos están demasiado ocupados para atenderla, y de repente se da cuenta que ya no piensa a menudo en su lejano amor. Piensa que tal vez lo está olvidando, que él la está olvidando a ella. Entonces se asusta y se aleja corriendo de los enanos.
Un día, incluso llega a sentirse también como Caperucita. Ya no siendo una princesa, solamente una niña vestida de rojo porque el color le gusta y le recuerda su boca. De inmediato esa visión escarlata se desvanece y se le viene a la cabeza la historia de la Bella y la Bestia, aunque luego se confunde y no sabe cuál es su personaje. Entonces piensa en su príncipe y nota que no vale la comparación. Él quizá no le haría daño. Ella no lo dañaría a él. Ambos lo saben.
Hace mucho tiempo, ella se encontró algunos perversos seres que quisieron jugar con su vida y ella resistió el ataque. Es fuerte. No siempre, pero usualmente lo es. Así aprendió que en una primera cita, es mejor no exponerse demasiado, no para confundir ni para ocultarse a sí misma, sino para dejar que cualquier efecto ulterior tenga un ritmo de desarrollo normal. Es extraño, y aunque de muchas formas también es confuso, no quiere contrariar a su cómplice. Hace mil travesuras antes de hablar de sí misma, se lleva su cabeza llena de nervios y ella, a pesar de todo, luce tranquila, disfrutando algo que la hace salir de su rutina. Conoce la fascinación que solamente genera la belleza y se deja cautivar.
Quizá sea una nueva princesa. Una con desórdenes alimenticios porque se le olvida comer, y también con inclinaciones artísticas porque escribe y canta. Una de esas que aparecen en el libro apropiado y desconocido para enviar mensajes sólo a personajes selectos. Una que teme a la soledad y está sola, que quiere estar con alguien y no sabe cómo, la misma que espera mirando fijamente a su otra parte. Parece que todo se confabula para que las cosas se desarrollen desesperándolos a los dos. Una que ya no sabe qué espera, excepto aquello que sigue aguardando. Imagina entonces que debe ser como Pocahontas, y dejaría de ser un cuento de hadas.
No insiste. No es un cuento. A ella en realidad no le gustan esas historias porque reconoce que no está en una y que son tan irreales como ella las imagina. Ocurre así que anoche, mientras se soñaba invocándolo a él, su tímida aparición le recordó que una vez fue feliz.
(Acompañamiento:
The Venus in Furs - Tumbling down)
The Venus in Furs - Tumbling down)