Monday, November 28, 2005

El cisne y los 58 ojos

No me queda el aroma de tus labios. Se ha opacado, extraviado. Ya no siento algunos pasos despiertos sobre mi columna, ni caminan en mi mente tus movimientos de inocencia mentida. Resuenan las palmas de los árboles vigilantes, que con el talante frío de tu cálida voz producen intensos dolores en mi piel. Heredé de algún antepasado olvidado, la veneración hermosa a la violencia absoluta. No recuerdo esas palabras tristes que pronunció el ángel arbóreo cuando se deshizo de mí. No logro recordarlas. Te digo entonces que no me queda ni siquiera el aroma de tus labios.

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