Saturday, November 12, 2005

La otra parte de mí


Resbalan trozos desencajando las puntillas. Eso impide una adecuada descripción del espíritu despiadado de tus brazos. Te gusta herirte con sonrisas de su rostro y con huellas de sus pies. Solamente un sonido se mantiene latente en el fondo de este abismo herbal. Me miras y te detienes. Ya no quieres hablar. Entonces, ¿por qué no te escondes de mis ojos? ¿Por qué emanas ese angelical dolor a través de los poros de mi piel? No te escondas. Te lo suplico, permanece a mi lado un tiempo más, lléname de la solemne ambigüedad de tantos lugares que has visitado. Muéstrame tu sonrisa, la verdadera. En la profunda naturaleza de siete jardines no vas a descubrir el misterio. Es sólo una pared. Hay tanta maldad brotando por este maléfico aire que requiero materializar mi yo verdadero. Ya no deseo verte. Escúchame: no lo anhelo. Has cambiado el objeto de mis súplicas, has calmado mis intentos constantes de asesinar espejismos. Me has dado un motivo sin quitarme el aliento. ¿Qué palabras servirían para clamar por tu necesaria presencia? ¡Cual gélido corazón he opacado tus angustias! Llórame. Quiero llorarte con tantas ganas. Necesito que sientas la importancia de mis gestos en tu memoria. ¿Cómo averiguo si existe una superficie que pueda sostenerme? ¿Cómo sé que llegué al fondo? El signo de mi cofradía está ahora en un lugar visible. Logré sacarlo del talud, lo rescaté de mi subconsciente. Soñé que eras polvo. Que yo te hacía migajas de cenizas. Soñé que eliminaba tu corpórea presencia de este lugar. Alma mía.

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