Me concentré en el surco de tus mejillas. Las estudié de perfil. Me fijé en el aspecto que tenían cuando las vislumbraba desde el frente. Las aprendí de memoria si sonreías y las imaginaba si permanecías serio. Triste nunca te vi. Memoricé el color que fundía el sol en ellas, el tibio tono que la luna escondía tras su luz. Me acompañó el reflejo de sus finas líneas en el trágico paisaje de cada día. Ahora que lo pienso, totalmente alegre tampoco estabas. Un poco confundido, asustado, misterioso, magnífico. Si así era, no lo recordaba. Giraba mi cabeza para percibirte desde otra perspectiva, esperando sorprenderme si eso lo podías. Si aún eso lo seguías logrando. Descubrí la finura de tus cejas, el contraste que consiguen ceder a tu mirada. Me desconciertas. Lo dije, lo pensé, lo creo. No te pido nada. Has fracturado mi posición, la que hace tiempo ya quería deshacer y no sabía cómo hacerlo. Siento un constante murmullo enfocándose en mi mente, aún no duele. No me lastimas. Soñé algo distinto ayer, sin espadas. Ver un trazo así, imponente, vívido, me transmite mucha paz, y hoy, a pesar de todo, quería recordarlo.
(Acompañamiento:
Javiera Mena - Como siempre soñé)
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