No he acabado contigo. Quiero verte aún más abajo. Derrotado ante tu amor propio, sollozando. Prometí acompañarte siempre, confiar en ti y eso hago. Alejé de nuestro lado la sucia vanidad que desordenaba nuestros miedos. Pero hace mucho tiempo ya que no te veo. Te has escabullido de mi mundo como un pequeño soplo de tierra. Eres de arcilla, llevas metal en tus venas. Es un estilo diferente, suicida. Haberte encontrado sumió mi destino en esperanzas enfermas, que con su sutileza me hicieron confiar. En ti. En vivir. Ya no quedan rastros de caridad ni huellas de sal. Las máscaras se han disuelto en el agua turbia de la cual te alimentas. He notado tus manos curiosas tanteando mis sueños, llevándose con ellas a los esclavos que me protegen, dejándome sola, entregada forzosamente a tu castigo piadoso, dócil y bestial. En lo profundo de tu alma, sabes de qué material has construido un lugar sagrado. Tiempo ya no queda, ni para continuar caminando a tu lado, contigo, o arrastrándome, agarrada a tus pies.
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