Wednesday, January 18, 2006

Motivo

Dobló su mano con la vitalidad de sus recuerdos. Tocó la puerta, primero con tristeza, luego con emoción. Esperaba ser recibido con agrado, quería ver a su familia ahí, unida, sólo para él. Nadie respondía. Volvió a tocar, pero las cosas no cambiaron. Sintió una inquietud inmensa en su corazón, porque temió que ellos no estuvieran nunca más para él. Ya sus pensamientos no estaban intactos, así que presa del pánico golpeó una ventana y la rompió, dejando en ella su sangre, su amor. De la nada surgieron más y más sentimientos vívidos, aterradores, optó por entregarse con fe a la diosa de la desesperación, gritando en su eterno silencio. Había tantos rastros de sangre. Manchas sin fin que ahogaban su respiración, hasta que él la vio. A ella. La misma que invocó por quererla, pero ella no respondía, estaba como siempre, sorda a la compasión, al perdón. Él no pudo resistirlo, su ser mismo no comprendía el abismo que lo inundaba. Quiso ahogarse, pero era ya muy tarde, puesto que las heridas no podían sanarse. Jamás. Sin duda alguna, ella estaba loca.

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