Friday, October 13, 2006

No era

Caminaba solitaria por las calles de la ciudad. Las personas podían ver a través de mí. Era de cristal pálido y de sentimientos sólidos. Así parecía. La noche caía como una lágrima derramada por la luna. Recuerdo su hermosura. Esa oscuridad que venía a su lado cubría almas impregnadas de pecados que antes juzgaban mi paso extraño y confuso. Sentí las primeras gotas formando un charco de agua. Las estrellas caían a pedacitos. Los tonos brillantes que se traslucían por en medio de la gente, de sus corazones, cegaron por un momento a los majestuosos astros que me seguían con su luz. Un concierto de sonidos procuraba alcanzar la parte poética de cada ser. En ese instante sentí un motivo que me recorría asemejándose al mar salpicado de vida, y me decía al oído cosas bellas sin usar palabras hermosas, decidí no romperme.

Cruzó la calle una excelsa figura que me miró intrigada. Sus ojos mostraban una pureza casi celestial opacada por un acontecimiento inexplicable. Veía un sufrimiento reflejado en su amenazadora mirada. Me fijé en sus labios. Es lo que siempre observo cuando veo por primera vez a una persona. Pero estos labios estaban chuecos y no parecían pertenecer a ninguna criatura conocida. El tiempo transcurría y los segundos ahogaban la distancia que nos separaba. Inspiraba un amor neurótico y casi fraternal. A lo mejor no era amor. Volví a ver sus ojos, leían algo en mí. La fiera apariencia del extraño ser tuvo miedo de seguir caminando, entonces se detuvo. No parpadeaba. Una cobarde silueta se posaba al frente de mí, y la profundidad de lo que imaginaba yo se extinguía muy lentamente. Una ráfaga de viento estremeció el alma escondida. Tuve la certeza de que iba a morir. Alzó su mano con la vanidad que tiene un girasol al mostrar su rostro al sol, y me golpeó. Caí. Supe por los murmullos que mi verdugo había muerto y pacientemente cerré los ojos. Yo era un espejo.

(Acompañamiento:
Shudder to Think - Ballad of Maxwell Demon)

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